Revueltas
por Franco Berardi (Bifo)
Wikileaks
ha mostrado la potencia de la inteligencia colectiva. El acontecimiento
orquestado por Assange es la irradiación de la fuerza creativa del intelecto
general.
La
lección de Wikileaks no está tanto en los contenidos revelados –ya sabíamos que
a los diplomáticos se les paga por mentir y que a los militares se les paga por
disparar contra los civiles– cuanto en la activación de la solidaridad,
complicidad y colaboración independiente entre cognitarios, entre trabajadores
cognitivos de distinto tipo: técnicos de hardware, programadores, periodistas
que trabajan juntos y comparten el mismo objetivo de desestabilizar el poder
totalitario. A partir de esta lección, los rebeldes encontrarán su camino hacia
la auto-organización del intelecto general.
El
intelecto general busca un cuerpo. La revuelta se difunde por las calles de
Europa, desde Roma a Londres y Atenas, pero la calle no es el único lenguaje de
este movimiento. Los rebeldes saben bien que no se está preparando una lucha
militar contra la policía y el Estado. No les interesa mucho la policía y el
Estado. Lo que están buscando es una recomposición del cuerpo social y una
reactivación del cuerpo erótico del intelecto general. En los últimos diez
años, la precarización, el aislamiento y la competencia en el mercado de
trabajo han provocado una disociación de la inteligencia colectiva en red del
cuerpo social del trabajo cognitivo. La aceleración de la Infosfera
(intensificación del ritmo de explotación cognitiva) ha puesto en tensión a la
psicosfera social, provocando soledad, pánico, depresión, des-empatía. La
sensibilidad y el deseo quieren recuperar su flujo. La primera generación que
ha aprendido más palabras de una máquina que de su madre recompone su cuerpo en
las calles.
Un
proceso de larga duración. Las luchas estudiantiles no son una explosión
pasajera, sino el inicio de un largo periodo que marcará el próximo decenio,
una suerte de insurrección europea. Insurrección significa ponerse en pie, pero
también pleno despliegue de las potencialidades del actor. El actor que entra
en el escenario histórico es el intelecto general en proceso de subjetivación.
El pleno despliegue de las potencialidades del intelecto general va mucho más
allá de los límites del capitalismo e implica una reactivación de la
sensibilidad. La sensibilidad, facultad para comprender aquello que no puede
ser verbalizado, ha sido devastada por la precarización y por la fractalización
del tiempo. Para reactivar la sensibilidad, arte, terapia y acción política
tienden a fundirse. El Prozac, el Ritalin, la cocaína y la competencia han
producido efectos bipolares en la economía: exuberancia irracional de los
mercados, pánico financiero… y también en la psicosfera social: depresión de
masas, crisis de pánico, epidemia de suicidios. La terapia se ha reducido a la
readaptación de la mente deprimida a la normalidad de la explotación mental.
La
fusión entre arte y activismo ha acentuado la inefectividad del gesto. El
movimiento no global del decenio pasado era un movimiento puramente ético,
privado de efectos políticos, incapaz de detener las tendencias de la
desregulación capitalista porque no entraba en la esfera de la vida cotidiana,
y se limitaba a la denuncia ética y a la acción simbólica. El art-ivismo ha
interiorizado la ineficacia y la transformación de la acción en pura denuncia.
En el mejor de los casos, el arte del pasado decenio ha sido fenomenología del
sufrimiento mental. El sufrimiento psíquico es la principal área de contacto
entre arte y acción social en el momento en que el intelecto general se pone a
buscar un cuerpo. Los rebeldes de hoy están poniendo en marcha una acción poética
y auto-terapéutica. Están recomponiendo la empatía de los cuerpos,
redescubriendo una esfera común de sensibilidad. El arte debe mezclarse con la
política y la política con la terapia.
Se
acabó el cinismo. En el centro de la insurrección actual hay una fuerte
motivación ética. No pienso en una ética fundada en “valores”, que no sé lo que
son. Pienso en la ética en términos materialistas, hedonistas y sensuales, como
respeto de sí mismo y amor por sí mismo. La esfera conceptual de la estética
debe redefinir la esfera ética. El cinismo de masas, que según Sloterdjik era
el sentimiento predominante en el post-68, está fuera de curso porque ya no da
beneficios. Las masas aceptaban la tristeza del cinismo y de la auto-sumisión a
las humillantes reglas del poder cuando éste garantizaba los ingresos. Pero hoy
el cinismo es asignación sólo de la clase dominante y cada vez permea menos en
la cultura de masas. La clase cínica ha perdido su glamour. Feos, asquerosos,
repugnantes son aquellos que están en los puestos de mando de las finanzas, de
la política, de la economía, desde el punto de vista de la nueva generación. Es
un juicio estético, antes que otra cosa. La elección ética se basa en el placer
de sí; no en valores universales, sino en el placer de la singularidad. Una
percepción distinta de la riqueza, como goce de sí y no como adquisición, va
abriéndose camino en la sensibilidad, incluso antes que en la conciencia.
27
de julio de 2011