¿Es el kirchnerismo un acontecimiento político?
Por Raúl Cerdeiras
1.- Premisas
Se escucha de las
voces de destacados intelectuales que se embarcan en la corriente nacional y
popular que encarna este gobierno, afirmar que la irrupción del kirchnerismo en
la escena política del país tiene todas las características de un
acontecimiento, algo inesperado que de golpe se instala entre nosotros y que no
responde a los determinantes históricos vigentes.
Si bien es cierto
que la categoría de acontecimiento es plenamente una cuestión filosófica y que
sobre ella hay disputas importantes acerca de su significación, voy a ubicarme
en el interior de una filosofía que es la que pienso se ha abocado con mayor
profundidad y creatividad a desentrañar las posibilidades de esta idea. Me
refiero, por supuesto, a Alain Badiou, filósofo que en dos obras, El Ser y el Acontecimiento y luego en Lógicas de los Mundos, ha logrado diseñar
una teoría realmente novedosa sobre el acontecimiento.
Para que no se
revoleen palabras sin ton ni son, quiero situar esta idea en su ligazón interna
con otros conceptos de los que no se los puede desligar sin echar a perder toda
su riqueza. Estos son: inesperado; ruptura; invención; sujeto fiel a la huella
del acontecimiento; producción de un nuevo presente. También es decisivo tener en
cuenta que el acontecimiento es propio de ciertos procesos de pensamiento y
acción en donde es posible la invención, es decir, la producción de novedades
radicales y que, por lo tanto, se necesita implementar un cuerpo activo de esa
producción que se llama sujeto. Pues bien, la política es uno de esos procesos
y convengamos en designar como verdades
a esas novedades radicales. Finalmente debemos decir, a título de mero telón de
fondo, que hay en el mundo lugar para la irrupción azarosa de un acontecimiento,
en la medida en que se piense la cuestión del ser en tanto ser en el interior
de una ontología que lo declare inconsistente.
Inesperado. El
acontecimiento no es algo que se puede planificar a partir del saber que se
tiene del funcionamiento de una situación determinada o de una realidad
acotada, diríamos que es contingente, o inesperado, no reducible directamente a
la lógica propia del lugar en donde acaece. Por este motivo se dice que está en
“exceso” respecto a las posibilidades propias de la situación en donde se
inscribe. Una pancarta de los movilizados en España el 15-M decía: “no pasa
hasta que pasa”, dando así una idea justa del presente puro que porta el
acontecimiento cuyo ser consiste en desaparecer. Sólo queda en la situación una
huella, una marca, un nombre, una consigna, una declaración, por ejemplo: “que
se vayan todos”.
Ruptura. El acontecimiento no lleva
escrito en su frente lo que es, de ninguna manera es la novedad en sí misma, su
virtud es abrir la situación a posibilidades antes insospechadas, de tal manera
que lo que se aceptaba “naturalmente” como imposible ahora puede ser puesto en
cuestión. Este quiebre del orden establecido abre un proceso de producción
sostenido en nuevas hipótesis, una apuesta de resultado incierto, en donde no
hay caminos sino que estos se hacen al andar.
Invención. El acontecimiento no pone en
marcha un procedimiento para extraer de las profundidades de la situación una
verdad histórica desde siempre allí alojada para ser llevada a la superficie y
revelada al conjunto de los humanos. Por el contrario, implica una invención,
es decir, producir en el lugar de que se trate (recuerdo que nos estamos
refiriendo a la política) una existencia nueva, algo que no es el resultado de
exprimir a fondo las posibilidades de la realidad vigente y derivarla de ella.
La invención supone un forzamiento de la situación en donde se
va a instalar.
Sujeto fiel a la huella del acontecimiento. La producción de una nueva verdad política, es impensable sin que
se produzca también un sujeto que sea fiel, es decir, que se oriente a ser
consecuente con las posibilidades que el cimbronazo de la huella del
acontecimiento ha liberado. Un sujeto político está siempre condicionado por un
acontecimiento, es una configuración destinada a ser la fuerza activa de la
producción de una nueva verdad política. Es un cuerpo (no de un individuo) que
porta una idea, es una organización colectiva que sostiene el proceso de
producción de lo nuevo, como el ejército de Espartaco lo fue para la rebelión
de los esclavos, o el partido bolchevique para la experiencia comunista del
siglo pasado.
Producción de un nuevo presente. Finalmente, el proceso que desata el acontecimiento pone
inmediatamente a la orden del día un nuevo presente. ¿Qué es un nuevo presente?
Si una nueva manera de pensar y hacer la política, por incipiente que sea, se
pone en marcha, entonces será necesario en el interior de la realidad política
enfrentar cuestiones y situaciones anteriormente desconocidas. Ningún habitante
de España se preocupaba ni tenía como problema la cuestión de cómo se organiza
una discusión en asambleas callejeras respetando el principio compartido de que
todos somos iguales, antes que se viera involucrado en los sucesos del 15-M por
todos conocidos. De igual manera que en nuestro país los movimientos piqueteros
tenían que resolver (fuera de los partidos, de los sindicatos, y las formas
clásicas de representación política) como se forzaba al Estado a negociar en
las rutas y que tipo de subordinación al movimiento tenían que observar los
circunstanciales interlocutores.
Ahora bien, dicho
todo esto, cuando desde la tribuna intelectual, me refiero en especial a Ernesto
Laclau, Jorge Alemán, Horacio González, Ricardo Forster y algunos más, se trata
al kircherismo como un acontecimiento, se acentúan los rasgos que refieren a su
emergencia inesperada y a la
construcción de una novedad. Realmente
no tengo noticia desde que concepción del acontecimiento trabajan para
encasillarlo en sus laberintos. Pero de lo que estoy seguro es que desde la
visión que resumí al comienzo, lo que se puede llegar a llamar el legado
político de Néstor Kirchner, jamás se lo puede encajar en su interior.
¿Entonces todo
termina acá? ¿Para qué entusiasmar al lector con la promesa de un debate que el
escrito anuncia en su título para después cortarlo abruptamente diciendo “este
es un sapo de otro pozo”?
Lo que trato de hacer
es explicar porqué al kirchnerismo se lo ve como un acontecimiento en tanto
inesperada novedad. Creo que es el pozo que no acepta al sapo el que tiene la
riqueza suficiente para explicar porque lo metieron allí. Estoy convencido que
de esa circunstancia podremos extraer la singularidad del kirchnerismo y su
novedad. Y en esa tarea aspiro a dar algunos indicios de una nueva perspectiva
para reponer en el seno de la política la idea de la emancipación humana, aquí
y ahora.
2.- El acontecimiento ya fue.
Sabemos que el
acontecimiento es un exceso sobre las reglas que rigen la situación en donde
acaece, por lo tanto que “algo” es un acontecimiento sólo puede sostenerse en
una decisión sin garantías, una apuesta. Por mi parte creo que las formas de
resistencia contra el neoliberalismo, desde la emblemática marcha sobre nuestra
Ciudad de los obreros arrojados de SOMISA e HYPASAM en 1991 hasta la masacre
del Puente Pueyrredón, pusieron en la superficie de la vida política un abigarrado
conjunto de experiencias, discursos, formas organizativas, métodos de lucha,
(el piquete, etc.) incompatibles con la forma política dominante llamada
democracia (que yo llamo “democracia SA” porque no es otra cosa que la forma
política de dominación del capitalismo hoy globalizado). El 19-20 de diciembre
del 2001, es una huella de ese
período: la gente en las calles, las asambleas barriales, el “que se vayan
todos y no quede ni uno solo”, los procesos de ocupar fábricas abandonadas, las
nuevas consignas, tareas y
organizaciones procesadas por fuera de los partidos políticos, los gremios, las
instituciones y pasando por encima del “voto democrático” que legalizaba la
presidencia de De la Rúa ,
etc. Quizás esa huella sea sintetizada en una idea: cuando la gente se corre del
lugar de víctimas la política empieza a reconciliarse con la emancipación. Lo
real fue que la política se puso a distancia de la economía, el Estado y los
partidos.
Mi apuesta es que
ese período libera la potencialidad de un acontecimiento porque abrió para el pensamiento
y el hacer efectivo nuevas posibilidades
para abrir un incipiente camino que reponga la necesidad de re-comenzar, sobre principios muy diferentes a los del
pasado, una nueva secuencia política ligada a la emancipación y no a la
gestión del orden existente.
Ahora bien, lo más
difícil es la fidelidad al acontecimiento, ahí donde rige eso de “caminante no
hay camino, se hace camino al andar”, pero la historia es abundante en ejemplos
en los cuales entre el acontecimiento y la culminación de un proceso que lo
reconozca como tal (que ha habido acontecimiento es siempre una confirmación
retroactiva) puede transcurrir una larga sucesión de diversos períodos. Basta
con fechar las revueltas obreras de fines del siglo XVIII y principios del XIX
pasando por el Manifiesto Comunista de 1847, el fracaso de La Comuna de 1871,
etc., hasta el triunfo de la primera revolución hecha en su nombre (Rusia 1917)
por medio de la cual la invención de la idea política del comunismo se instala
en la humanidad.
Lo cierto es que
se abrió un nuevo presente político. Por lo menos se pusieron en cuestión los valores
establecidos por la política hoy vigente y se abrieron nuevos interrogantes: si
hay que tomar el poder; cual es el verdadero rol del Estado; cómo estructurar
formas organizativas horizontales fuera de los partidos; cuáles eran los nuevos
lugares de la política; si la política era un simple medio o si era autónoma;
qué balance se debía hacer de la vía muerta en la que encalló la experiencia
socialista, etc.
Un verdadero
desmadre se apoderó de nuestro país a tal punto que la palabra de moda en esa
época era la pareja “ingobernable/gobernabilidad”. Un Estado democrático
impotente, con la producción capitalista casi en quiebra generalizada, los
bancos terminando de robarse lo poco que quedaba, etc. Sin embargo, pienso que la
cuestión esencial era que la gente en
la calle empezaba a poner en tela juicio la manera dominante de hacer política,
manera que se puede sintetizar en la siguiente secuencia: Estado, partidos,
representación, voto, consenso. Es decir, después del debate impuesto por los centros mundiales del
poder acerca de “la transición de la dictadura a la democracia”, por primera
vez se cuestionaba a esta última, y ponía en duda que esa opción pudiera ser el
único horizonte al que se debía subordinar toda idea de emancipación política.
Resonaba con fuerza la sentencia de Hebe de Bonafini: “Alfonsín es lo mismo que
Videla”.
En la superficie
estaba el impacto innegable de la crisis “social”, económica e institucional, con
todas las secuencias de miseria y destrucción que acarreaba, pero mi punto de
vista se dirige a detectar los síntomas de un nuevo presente político que en
esa época dejó huellas aún vigentes. Considero que una política emancipativa, si
bien existe en el conglomerado que articula sociedad y Estado, mantiene su
capacidad liberadora justamente por no reducirse a ser un epifenómeno de la
lógica propia del mecanismo de reproducción de esta sociedad: el capitalismo y
la meta-estructura Estatal. A diferencia de Marx que afirmaba que la política,
en última instancia encontraba su fundamento en la infraestructura económica, y
que el comunismo se condensaba en la abolición de la propiedad privada,
sostengo la idea de que la política emancipativa se funda en su propia
capacidad de pensar y hacer trayectos de ruptura con el orden establecido.
Dicho de otra manera: la política emancipativa es autónoma e inventa sus
propias ideas, sus prácticas y sujetos. De tal manera me pongo radicalmente
fuera de la izquierda de museo hoy sobreviviente, pero también de la empresa de
Toni Negri que afirma la disolución integral de la política en la vida social.
En resumidas
cuentas, digo que el 19/20 de diciembre del 2001 es el nombre que marca la
irrupción de formas políticas nuevas en ruptura con el orden de la democracia
SA. Junto con los otros movimientos de lucha latinoamericanos forma un puñado
de incipientes puntos de partida sobre los cuales hay que trabajar pensando en
la posibilidad de refundar una nueva
secuencia de políticas emancipativas, luego del letargo que padecemos desde
hace casi 30 años de reacción neoliberal e impotencia de la vieja izquierda.
3.- La derecha también cambia
Cuando un nuevo
presente político empieza a tomar cuerpo el orden establecido también cambia,
produce transformaciones internas con capacidad de salir al cruce a esos ruidos
“raros” que amenazan su reinado. Al mismo tiempo que un manojo de ideas y
prácticas nuevas se van anudando en un sujeto fiel al acontecimiento que
promueven un nuevo presente político, se observa la conformación de lo que
Badiou llama “las novedades reaccionarias” que son variados procedimientos por
medio de los cuales se intenta apagar o extinguir ese nuevo presente. Para el
caso de no ser suficiente este sujeto reactivo, es posible el surgimiento de un
sujeto que el autor citado denomina “oscuro”, cuya función es ocultar
radicalmente ese nuevo presente. Para sintetizar, digamos: democracia (sujeto reactivo) y dictadura
(sujeto obscuro). Y así como hay diversas “formas” de políticas reactivas (neoliberales;
de bienestar; parlamentarios; intervencionistas; reformistas etc.) también las
hay en la franja “oscura” (racismo nazi; Iglesia franquista; Orden fascista;
islamismo teológico, etc.)
Toda la cuestión
para comprender la singularidad del kirchnerismo consiste en la diferencia que
existe en los procedimientos implicados en la operación del sujeto reactivo que
es extinguir el nuevo presente (como
el bombero que apaga un incendio) y la del sujeto oscuro que intenta ocultarlo (aquí no ha pasado nada). Para
comprender esto hay que abandonar toda sensiblería e identificación con las
personas y las proyecciones imaginarias que se precipitan constantemente sobre
el imaginario social y no dejan pensar lo que es necesario pensar. Aquí hay que
ser materialista al “mango” como Marx: “yo no parto del individuo, parto de una
situación económico social determinada”. Materialista en cuanto debemos partir
siempre de una situación real en donde los personajes ya están distribuidos por
una estructura, sujetos sujetados, por más que ellos se crean “subjetivamente”
por encima de esas determinaciones. ¿Cómo las personas sujetadas pueden romper
con aquello que los sujeta? es todo el carozo de un pensamiento político
emancipativo. Por eso aquí hay que dejar de lado toda consideración acerca del
individuo Néstor Kirchner. Néstor: bueno, malo, audaz, implacable, cínico,
acomodaticio, liberador, alegre, honesto, ambicioso, etc. Aquí se trata de sujetos
que portan políticas de emancipación, reactivas u oscuras, y los individuos se incorporan o no a esos
sujetos, pero ellos no son los sujetos.
En esta lectura de
la coyuntura que estoy intentado resulta evidente que el Kirchnerismo (y más o
menos en la misma sintonía los demás gobiernos “progresistas” de América
Latina) asume el rol de un sujeto reactivo. Reactivo
en todo el esplendor que ese término debe tener en política, porque si uno se ubica
en el lugar de la víctima explotada entonces se va a repetir lo que el coro de
izquierda grita desde siempre: hay que reaccionar
contra el poder, de tal manera que el sayo de lo reactivo ellos se lo cuelgan
gustosos. Pero hay otra manera, y consiste en partir del acto político
liberador como premisa afirmativa y que sea el orden dominante el que tenga que
reaccionar, ¡que la derecha sea reaccionaria! Ser reaccionario no es una
propiedad intrínseca, es una consecuencia de que la emancipación humana es
posible y está en acto.
Para ablandar un
poco la terminología, digamos que una política reactiva y una oscura difieren y
coinciden. La coincidencia fundamental es que ambas niegan la huella del acontecimiento, en el sentido que pueda ser
tomada y desplegada como el punto de partida para una novedad radical. Pero difieren
en tanto que el sujeto oscuro (neofascismos en general) oculta el nuevo presente y avanza con violencia (en nombre de un
cuerpo fundamental: Dios, Patria, Hogar, Raza, El Campo…) para aniquilar los precarios e incipientes cuerpos de los sujetos fieles (sus
organizaciones, prensa, ideas, etc.). Por su lado, el sujeto reactivo busca apagar o extinguir ese nuevo presente político y trata de subordinar a los cuerpos de los sujetos
fieles, con la ayuda de todos aquellos que no están de acuerdo en seguir
fielmente la huella del acontecimiento y están dispuestos a recibir por los
carriles habituales ciertas mejoras en su situación.
Entonces estamos
en condiciones de hacer una doble distinción. En primer lugar, no cometer la
torpeza de conjuntar como si fueran “lo mismo” al kirchnerismo con la derecha
recalcitrante que no está dispuesta a ceder nada de sus privilegios. Y en
segundo lugar, marcar las características esenciales del sujeto reactivo que es
kirchnerismo y de esa manera poner sobre la mesa su compleja relación con la
huella del acontecimiento, por que es en
esa tensa relación que se construye hoy la coyuntura política real de nuestro
país. Repasemos las tres características del sujeto reactivo: 1) niega la huella del acontecimiento; 2) extingue el nuevo presente; 3) subordina al sujeto fiel. De esta
tercera circunstancia se desprende que –como dice Badiou– “el sujeto fiel sigue
siendo el inconsciente del sujeto reactivo”.
4.- La operación kirchnerista.
Apoyándome en
decisiones que considero suficientes y decisivas para enmarcar una definición
política clara, afirmo que el proceso kirchnerista ha tomado la posición
reactiva frente a la posibilidad de una invención política nueva.
a) En primer
lugar, la negación de la huella
acontecimiental. El discurso oficial califica a la época que yo considero que
estaba plagada de síntomas que abrían nuevas posibilidades, como un “infierno”.
Pero no un infierno en tanto caudal inaudito de fuego destinado a incendiar un
pasado para construir sobre sus cenizas algo distinto, sino como portador de
una anarquía disolvente y peligrosa para “todos los argentinos” (¿todos?).
c) Después, habrá
que extinguir ese presente. Pero
nosotros sabemos que extinguir el nuevo presente es, políticamente hablando,
debilitarlo, demostrar que con los antiguos métodos se pueden obtener también
mejoras, que las revueltas son en vano, que comienzan con mucha ebullición pero
siempre terminan en nada o en un desastre. Allí generalmente se recurre al manual
del ex Tupamaro Mujica que ha escrito su memorable ensayo acerca de las
virtudes del “extremo centro”. Por la vía de mejoras económicas y la afirmación
plena de que la política es un instrumento del Estado para tratar de cambiar la
sociedad (afirmación clave que identifica política con Estado y nos hunde para
siempre en el pasado y en el presente de los poderosos) se termina de apagar
ese incendio. Y la frutilla del postre estriba en reforzar la posición de
víctimas de las poblaciones explotadas miserablemente y presentar al Estado
como la institución que los viene a socorrer.
d) Por último, la subordinación del sujeto fiel al sujeto reactivo.
En esencia eso significa no la aniquilación del cuerpo (sus organizaciones,
ideas, asambleas, etc.) de los incipientes sujetos fieles a la huella del
acontecimiento (como lo tramaría un sujeto oscuro) sino la absorción,
integración e institucionalización de las organizaciones y personas protagonistas
de la época “infernal”. Aquí el Estado, en su función decisiva de ser el
garante último de toda estructura económico-social, tiene un papel
preponderante. Su principal tarea será invertir la dirección del movimiento que
se desparramaba desde abajo y apuntaba a dislocar lo que está arriba.
Subordinar significa que lo de arriba vuelva a imponer su lógica a lo de abajo.
Pese a que Ernesto Laclau ve un mérito del gobierno en esta operación, sin
embargo ha sabido describirla con justeza. Dice: “A partir de la crisis de
2001, en la Argentina
se vivió una enorme expansión horizontal de la crisis social (las fábricas
recuperadas, los piqueteros). Con el ascenso del kirchnerismo al poder, lo que
se dio fue la articulación de esa expansión horizontal con una influencia
vertical de estos nuevos grupos en el sistema político. El resultado ha sido
que hoy la Argentina es una sociedad mucho más democrática que lo que era hace
10 años” (Página/12. 04-11-11). Como se aprecia hay dos visiones divergentes de
la política emancipativa, mientras Laclau piensa que en la medida en que la
horizontalidad de base ascienda al poder del Estado y reciba su influencia
vertical, la beneficiada va a ser la sociedad que será más democrática. Por mi
parte no veo sociedad más democrática que cuando la gente toma la existencia
colectiva en sus manos y se reúne en asambleas para deliberar y decidir sobre
lo que hay que hacer. Por más precaria que sea en sus efectos y cortísima en el
tiempo (como fue hace 10 años) hay más invención política liberadora ahí que en
el despacho público de un ex piquetero atendiendo los reclamos de sus “bases”.
5.- ¿Es posible aquí y ahora sacarse los zapatos?
A pesar de lo
dicho, la expresión de Laclau pone en evidencia la corrección de la teoría que
Badiou desarrolla acerca del sujeto reactivo pensado a partir de la relación
que mantiene con el acontecimiento y su huella. Si bien el sujeto reactivo se
estructura subordinando al sujeto fiel, habíamos visto que éste se transforma
en su “inconsciente”, es decir, carga con él. Y la conducta (es decir, la
política) del sujeto reactivo no podrá desentenderse de esa carga a la que
tendrá que darle algún lugar, tratar con ella. Para mi esa es la matriz del progresismo real que exhibe el gobierno.
Esa latencia que
se aloja en el interior del Kirchnerismo también es captado por Horacio
González, cuando preguntado sobre esta circunstancia responde: “Está en un
segundo plano, como esa chicharra que suena muy de tanto en tanto como alerta
para el pensamiento crítico. Ese sentimiento está latente hoy, pero sustituido
perfectamente por cierta eficacia que demuestra el Estado en equilibrar a favor
de las situaciones históricamente desequilibradas de índole popular y social,
en todas las acciones públicas” (2001,
Relatos de la crisis que cambió la Argentina, M. Barrientos y W. Isaía,
Patria Grande, Bs. As. 2011, pág. 93) Con su tradicional estilo poético Horacio
González ha dado una excelente definición de la función de un sujeto reactivo.
Esta combinatoria explica
la mixtura de palabras que se disparan desde lo más alto del gobierno como por
ejemplo: emancipación e igualdad, por un lado, y al mismo tiempo implorar ante
el mundo la vuelta a un capitalismo cuasi fordista del siglo pasado. ¿Qué tipo
de liberación es esa?
El kirchnerismo
camina sobre las brazas del 19/20-12-2001 y las posibilidades que ahí se
abrieron. Usa zapatos de amplia protección pero siente el calor. La presidenta
está convencida que entre trabajadores, empresarios y Estado “cuando uno
discute y pone todo sobre la mesa, descubre que los intereses son
definitivamente concurrentes” (discurso en la inauguración de una nueva cede de
la CAC, 7-9-11), pero al mismo tiempo miles de jóvenes ofrecen sus brazos
diciendo que ellos están dispuestos a seguir adelante con la “liberación”. ¿Qué
tipo de liberación en esa?
Me parece que esta
tensión interna va a tomar cuerpo rápidamente en el plano de las ideas y seguro
que vendrán discusiones importantes en el interior del Kirchnerismo. Carta
Abierta salió a la palestra en un momento de extrema debilidad del gobierno. Al
comienzo de su gestión gobernar era principalmente resolver los temas urgentes
y de coyuntura en la manera que la política ligada al Estado lo hace
usualmente: negociando y cediendo, ganando y perdiendo. Pero llegó un momento
en que el sujeto oscuro quiso retomar el control absoluto que había tenido que
ceder después del 2001 (el neoliberalismo “puro” liderando el conflicto de El
Campo) y pusieron en evidencia que el Kirchnerismo no tenía un discurso propio.
Carta Abierta le dio la letra que necesitaba. El enemigo fundamental al que
apuntaron sus dardos fue al sujeto oscuro, ligándolo con la dictadura, la
década infame, etc. Sea cual sea el juicio que se pueda tener acerca de sus
posiciones, hay que resaltar que la aparición de Carta Abierta es una muestra
cabal de que la política es, antes que un medio o una técnica, un pensamiento.
Creo que para la
visión de este grupo de intelectuales el triunfo aplastante de Cristina en las
elecciones de octubre, es suficiente garantía de continuidad y seguridad para
abortar cualquier intento “destituyente”. Quizás haya llegado la hora de sentir
el calor bajo los pies. O, dicho de otra manera, ya que la “destitución” está
en retirada ¿no es hora de plantearnos en serio eso de la “emancipación”.
6.- ¿De qué emancipación se trata?
Quiero ofrecer a
este debate un par de ideas o sugerencias. La fuerza del capitalismo es inmensa
pero lo es más aún cuando uno se plantea la misión de destruirlo. Es
desalentador y desmoralizante. Por eso el primer paso que hay que dar es decir
que aquí se trata de política y no de
economía. La lucha debe ser política.
El capitalismo es, además de un modo de estructurar la producción, una política.
Una política que se organiza alrededor del Estado, sus partidos, sus
instituciones y sus múltiples aparatos ideológicos, es portador de de un
discurso político dominante y construye constantemente consensos que capturan a
la inmensa mayoría de la población y la someten sutil o violentamente a la
impotencia.
Vivimos dominados
por una ideología política, que nos articula en un sentido común que hace lazo
entre los humanos. El secreto más cuidado por el capitalismo mundial es que la llave de su reinado es esencialmente
política. No escatima esfuerzo alguno para repetir una y mil veces que la
política debe subordinarse a la economía. La fuerza devastadora de esta idea es
tal que cuando una política (como es el caso de nuestro país) encara medidas de
control e intervención en algunos de los grandes nichos del neoliberalismo, no
hace más que cumplir con el santo mandato: la política al servicio de la
economía.
La importancia del
19/20-12- 2001 y de muchas otras que hoy asoman por el mundo, es que no fueron
revueltas económicas, sino revueltas políticas que pusieron a la orden del día
la impotencia (es decir, la connivencia) del sistema político hoy realmente
vigente para encarar los desastres que provoca el hecho que nuestra existencia
colectiva esté tramada por la lógica del lucro capitalista. Hay que decirlo con
toda la fuerza: es esta bendita democracia realmente existente (y su
partenaire, la dictadura) que no hacemos más que santificar como lo menos malo, el tapón que nos condena a
que nada cambie. Ese tapón es una manera de pensar y hacer la política. Cuando
en las jornadas del 2001 se gritaba “que se vayan todos y que no quede ni uno
solo”, la respuesta de ese tapón, al
frente del cual estaban también, y en primera fila, los partidos de izquierda,
fue: ¿y si se van todos quién gobierna? . Es que para este pensamiento-tapón,
la política es en su esencia gestión, gobierno, programas, orden, eficacia. No
se pensó que ese rechazo bien podía ser un
¡ya basta! a toda una configuración política tramposa. Yo pienso que fue
así y ahora es preciso seguir las consecuencias de esa decisión.
Es común que sean los
voceros del mismo sistema los que proclaman sus verdades de manera transparente
porque esa transparencia vela lo real del problema. En este caso le tocó
decirlo a Cristina F. de Kirchner en su discurso en el seno del G-20. Dijo lo
que todos sabemos y leímos: los grupos financieros y parafinacieros envuelven
al capitalismo mundial en un torbellino incontrolable, anárquico, y que había
que tomar medidas para terminar con eso. Pero inmediatamente agregó: ¡ojo!,
¡cuidado! que ese vendaval podía arrastrar a las democracias…Podemos leer esto
pensando que nuestra presidenta alerta que gobiernos totalitarios y
antidemocráticos se apoderen de algunos países. Realmente esto no sería un
problema para el capitalismo, China no es precisamente un dechado de democracia
y sin embargo el capitalismo allí tiene una salud envidiable por todos. La
advertencia dada como supremo peligro apunta a un guiño al Occidente, libre,
democrático y defensor de los derechos del hombre (que es el entramado
ideológico impuesto al mundo por un puñado de países poderosos) para que tome
nota que si la gente no aguanta más y sale a la calle ¿qué hacemos? Es la
percepción que sin su soporte político el capitalismo entraría en una zona de
riesgo incalculable. Para decirlo crudamente: uno puede animarse a despotricar
contra el capitalismo aún en la cara de sus administradores supremos, pero
jamás despotricaría contra la democracia. Es decir: contra una concepción de la
política que la condena a ser un instrumento del Estado, secuestrada en el
interior de los partidos, a la representación cuantitativa, a la gestión de lo
que hay, a su dependencia de la economía, etc. comandada por la sagrada
convicción de que no se puede hacer otra cosa que lo que es posible en cada momento tratando de
elegir, siempre que se pueda, el mal
menor. Es el famoso “extremo centro”.
El kirchnerismo,
pensado como sujeto político reactivo que debe convivir con un incipiente
sujeto fiel a las posibilidades políticas abiertas por el 2001, se puede dar el
lujo de presentarse ante el mundo ofreciendo sus recetas económicas para paliar las crisis de los países centrales y
colaterales, algunas de ellas “opuestas” a las del FMI (opuestas entre comillas porque todas tienen
como objetivo común hacer viable el capitalismo), pero es difícil que en
política aconsejen otra cosa que no sea someterse a la democracia realmente
existente. No es el 2001, el “infierno”, la rebelión contra gobiernos elegidos
democráticamente, una medicina que nuestros gobernantes vayan a ofrecer a los
foros mundiales.
En definitiva, el
kirchnerismo no es un acontecimiento político, pero por medio de la visión que
compartimos sobre lo que es propio de un acontecimiento, podemos afirmar que es
un sujeto reactivo dispuesto a extinguir lo que la huella del 19/20-12-2001
abrió como posibilidades de políticas inéditas. A diferencia del sujeto oscuro,
que además de negar el
acontecimiento, oculta el nuevo presente
e intenta aniquilar los incipientes
cuerpos políticos, el reactivo camina sobre su propia razón de ser tratando de
apagarla. Si hay una vuelta real de la política de la mano del kirchnerismo,
para que esta no sea una cuestión general encerrada en el renacer del “interés”
por “la” política, cabe entonces que trabajemos sobre esa “latencia” y
empecemos por declarar que lo que tiene que volver es la política emancipativa, y entonces afirmar la huella acontecimiental, propagar
el nuevo presente y a independizarla
del Estado, sus partidos y de la economía.
Entonces: ¿de qué
emancipación se trata? De una emancipación política. Una emancipación que
comienza por emancipar a la política misma de su esclavitud a la economía, el
Estado, sus partidos y la gestión. Por difícil que pueda ser esta tarea, su
materia prima es la gente, su pensamiento, su lucha y su organización, y está
disponible siempre en el presente, aquí y ahora. En cambio, ponerse por
objetivo destruir el imperio mundial del capitalismo es una trampa de la propia
política del capitalismo y su labor
no se detiene allí, sino que también nos ofrece la ideología y el sistema
político (la democracia SA) para llevar adelante esa infinita tarea. Este
dispositivo nos lleva a postergar siempre la cuestión final para un futuro para
el cual nuca parece que estaremos lo suficientemente fuertes y preparados para
esa batalla final. Jamás podremos estar
presentes en el presente. Esa postura nos obliga a entretenernos con
cuestiones menores, conquistadas gradualmente como escalones de una escalera a
la fama que nunca se alcanza. Pero lo peor de todo, es que esa experiencia
política emancipadora, en lo esencial,
ya se intentó por las vías de sus dos variantes principales: la revolucionaria
y la reformista, con los resultados por todos conocidos. ¿Para qué insistir?
¿No es hora de abrir nuevas secuencias políticas emancipativas, a partir de
nuevos principio, prácticas y organizaciones? ¿No ha llegado el momento de afirmar expresamente que la política no
es apéndice de ninguna otra cosa que no sea lo que ella misma pueda
pensar-hacer sostenida en los principios de emancipación e igualdad de todos
los seres humanos?