Industriales y Kirchnerismo:


una relación marcada por el "disciplinamiento"

por Diego Genoud



El silencio de los hombres de negocios en la era kirchnerista ahora tiene nombre: "disciplinamiento". Así lo definen los funcionarios que responden al viceministro Axel Kicillof y los teóricos que consulta el oficialismo.
El disciplinamiento implica mutismo, un silencio que se traduce, entre otras cosas, en escasez de inversiones, pero que tiene varias razones de ser.
La crisis económica, el superávit fiscal en riesgo y la decisión presidencial de intervenir sobre las utilidades de las compañías abrieron un escenario de tensión inédito y volátil, que vale la pena analizar.
El director de Poliarquía, Eduardo Fidanza, considera que los empresarios tienen hoy más miedo que en los últimos 30 años de democracia y lo atribuye al modo en que se estatizó YPF. "Cumple un papel clave, traumático", asegura.
A la falta de "previsibilidad" se suman las arbitrariedades de Guillermo Moreno, el favoritismo con los empresarios amigos y, ahora, el fantasma de nuevas expropiaciones, junto con un peso creciente de los directores de la Anses en las firmas que habían invertido en las AFJP. Pero hay otras razones además.
"Antes, algunos iban con el decreto redactado para que el ministro lo firme. Ahora, no. Con la reforma de la Carta Orgánica del Central, los bancos optaron por callarse. Con la expropiación de YPF, la Bolsa no dijo nada, pese a que Repsol representa el 30% en la rueda", repasa José Ignacio de Mendiguren. El titular de la UIA expresa a la minoría intensa que se identifica con el modelo y opina que la prédica que reclama "seguridad jurídica" ya se tornó "demodé". "Muchos acá siguen discutiendo la intervención del Estado, pero en China no se quejan", dice. Sus palabras contrastan con las de los que prefieren no hablar en público, pero afirman que perdieron que el riesgo de trasnacionalización crece.
"Más allá de cómo haya sido la relación política, durante la última década existió una alta tasa de ganancia empresaria, mucho mayor a la de los noventa. Ahora hay un intento de disciplinamiento, sobre todo porque el monto de los subsidios que reciben creció muchísimo: son grandes transferencias que el Gobierno ya no puede sostener", explica la economista Mariana González, miembro de Cifra, centro de estudios de la CTA de Hugo Yasky. Un informe de Cifra, de finales de 2011, sobre la base de datos de la Bolsa de Comercio, indica que "la tasa de rentabilidad de la cúpula empresaria fue del 8,5% entre 2003 y 2010, mientras que entre 1991 y 2001 había promediado el 3,1%". El titular de Cifra, Eduardo Basualdo, acaba de ser nombrado en el directorio de la nueva YPF.
El director de la maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés, Carlos H. Acuña, también ve un giro, pero pone el acento en la relación tradicional entre el Estado y los hombres de negocios: "Lo original de los gobiernos kirchneristas es que, gracias a condiciones internacionales propicias y políticas audaces, devolvieron autonomía al Estado con respecto a las elites tradicionales. Más allá de errores o tosquedades, esa capacidad de «disciplinamiento» muestra aspectos positivos en una historia de vetos e imposiciones de elites sospechadas. No reconocerlo es perder de vista algo central de la lógica política argentina actual".
Gustavo Grobocopatel destaca, en cambio, que tras la expropiación de YPF, la incertidumbre se apoderó de la comunidad de negocios en el exterior. "Lo peor fue cómo se hizo. Ahora, cualquier negocio puede ser declarado de interés público. Los bancos, el acero, el azúcar", vaticina. Grobocopatel, que integra la Asociación Empresaria Argentina (AEA), apunta contra los que crecieron mamando de la teta del Estado y anuncia que la UIA del futuro estará llena de empresarios del campo.
El Gobierno lo sabe. No todos son lo mismo y no piensan igual ni siquiera dentro de una misma cámara. El CEO de Los Grobo distingue tres rubros: los contratistas y proveedores del Estado, los que viven del consumo interno y los que dependen de capitales internacionales, como el software, los agronegocios, la siderurgia y las automotrices. El sólo apuesta por los últimos.
Para el diputado y economista Claudio Lozano, después de nueve años, el Gobierno parece querer cambiar de estrategia. "Hay un sector que reconoce el fracaso de la burguesía parasitaria que nació con el kirchnerismo. La tasa de inversión en relación con la tasa de rentabilidad es inferior a la de los noventa. En China, ronda el 47% del PBI y en la India está en el 37. Acá, con tasas de crecimiento similares, oscila entre el 23 y el 24%, y es en parte de carácter especulativo."
Para explicarlo, Eduardo Fidanza bucea en el ADN empresario, cuya clave es la supervivencia del más apto. "Las constataciones históricas refuerzan el individualismo. Hay que ser rápido para optimizar las oportunidades ya, hay que ser astuto para no «avivar giles», hay que tener amigos en el poder político, porque el Gobierno se apropia del Estado."
Según Ana Castellani, investigadora de la Universidad de San Martín y autora de Estado, empresas, empresarios , "en el empresariado brasileño existe un consenso sobre que la reinversión de utilidades convertirá a Brasil en potencia mundial. Acá, en cambio, no existe un modelo de desarrollo consensuado ni una visión clara del papel estratégico que deben jugar los empresarios".
De Mendiguren cree que la falta de debate se debe a que la mayoría se acostumbró a pedir por lo suyo. Acuña sostiene que los liderazgos concentrados y las decisiones no consensuadas no sirven a la hora de negociar. Y Fidanza arriesga que, tal vez, la experiencia traumática del kirchnerismo sirva para que constituyan organizaciones sólidas, que logren defender sus intereses en el mediano plazo: "Es algo que el sindicalismo argentino aprendió, a pesar de sus problemas, hace mucho tiempo", concluye.