"La islamofobia no es un tipo de racismo". Entrevista a Michel Houellebecq
por Sylvain Bourmeau
(Traducción: Eva Cruz)
La semana pasada, en
la primera entrevista concedida en torno a su nueva novela, Michel Houellebecq
explicaba qué le ha llevado a escribir un libro que ya ha desatado un escándalo
en Francia, incluso antes de ser publicado. El autor de Las partículas elementales ha vuelto a poner el dedo en la llaga,
con un libro de ficción que aborda el futuro de Francia y el papel de islam.
Soumission
(Sumisión), su sexta novela, está ambientada en 2022. Francia vive atemorizada.
El país se ve agitado por misteriosos problemas. Los medios ocultan
deliberadamente episodios habituales de violencia urbana. Todo se tapa, el
público está a oscuras… y en pocos meses el líder de un partido musulmán de
reciente creación será elegido presidente. En la noche del 5 de junio, en unas
segundas elecciones generales –las primeras se anularon por fraude electoral
generalizado—Mohammed Ben Abbes vence oportunamente a Marine Le Pen con el
apoyo tanto de los socialistas como de la derecha.
Al día siguiente, las
mujeres abandonan la vestimenta occidental. La mayoría empieza por llevar
largas túnicas de algodón sobre los pantalones; animadas por las subvenciones
del gobierno, dejan sus empleos en tropel. El desempleo masculino cae en picado
de la noche a la mañana. En barrios que antes eran peligrosos el crimen
prácticamente desaparece. Las universidades se vuelven islámicas. Los
profesores no musulmanes son forzados a acogerse a la jubilación anticipada a
no ser que se conviertan y se sometan al nuevo régimen.
¿Por
qué lo ha hecho?
Por varias razones.
En primero lugar, creo, es mi trabajo, aunque la palabra no me guste. Percibí
unos grandes cambios cuando volví a instalarme en Francia, aunque estos cambios
no sean específicamente franceses, sino más bien de occidente en general. Creo
que la segunda razón es que mi ateísmo no ha sobrevivido del todo a la cantidad
de muertes a las que me he tenido que enfrentar. De hecho, empezó a parecerme
insostenible.
¿La
muerte de su perro, de sus padres?
Sí, fueron muchas
cosas en un corto periodo de tiempo. Parte de ello puede haber sido que, al
contrario de lo que yo pensaba, nunca fui del todo un ateo. Era un agnóstico.
Normalmente esa palabra funciona como pantalla del ateísmo, pero creo que no en
mi caso. Cuando, a la luz de todo lo que sé, reexamino la cuestión de si existe
un creador, un orden cósmico, ese tipo de cosas, me doy cuenta de que lo cierto
es que no tengo una respuesta.
¿Cómo
clasificaría este libro?
La frase ficción política
no está mal. No creo que haya leído muchos ejemplos similares, pero en
cualquier caso he leído algunos, más de la literatura inglesa que en francés.
¿En
qué títulos está pensado?
En un sentido, en
ciertos libros de Conrad. O de John Buchan. Y luego otros libros más recientes,
no tan buenos, que son más como thrillers. Un thriller puede desarrollarse en
un escenario político, no siempre tiene que estar ligado al mundo de los
negocios. Pero hay una tercera razón por la que he escrito este libro: porque
me gustaba bastante cómo empezaba. Escribí la primera parte, hasta la página
26, prácticamente de una sentada. Y lo encontré muy convincente, porque me
resulta fácil imaginarme a un estudiante encontrando a un amigo en Huysmans y
dedicando su vida a él. Esto a mí no me pasó. Leí a Huysmans mucho más tarde,
creo que cuando tenía casi treinta y cinco años, pero definitivamente me
hubiera gustado leerle. Creo que habría sido un amigo verdadero para mí. De
modo que, después de escribir esas veintiséis páginas, no hice nada durante un
tiempo. Eso fue en enero de 2013, y debo de haber regresado al texto ese
verano. Pero al principio mi proyecto era muy diferente. No se iba a llamar
Sumisión; el primer título era La Conversión. Y en mi proyecto original el narrador
también se convertía, pero al catolicismo. Lo que quiere decir que siguió los
pasos de Huysmans un siglo después, abandonado el naturalismo para hacerse
católico. Y yo no fui capaz de hacerlo.
¿Por
qué no?
No funcionaba. En mi
opinión, la escena clave del libro es esa en la que el narrador echa un último
vistazo a la Madona Negra de Rocamadour, siente un poder espiritual, como
oleadas, y de repente ella se desvanece hacia el pasado y él regresa al
aparcamiento, solo y básicamente desesperado.
¿Es
ésta una novela satírica?
No. Tal vez una
pequeña parte del libro satirice a los periodistas políticos, y a los políticos
un poquito también, para ser sinceros. Pero los personajes principales no son
satíricos.
¿De
dónde sacó la idea de una elección presidencial, en 2022, que se concretara en
Marine Le Pen y el líder de un partido musulmán?
Bueno, Marine Le Pen
me parece una candidata realista para 2022, incluso para 2017… El partido
musulmán es más… Ahí está el núcleo del asunto, la verdad. Intenté ponerme en
el lugar de un musulmán y me di cuenta de que, en realidad, están en una
situación totalmente esquizofrénica. Porque en general a los musulmanes no les
interesan los temas económicos, sus grandes temas son los que hoy en día
llamamos sociales. En estos temas, evidentemente, están situados muy lejos de
la izquierda e incluso más lejos aún de los Verdes. Solo hay que pensar en el
matrimonio gay para entender lo que quiero decir, pero se puede decir lo mismo
de todo un abanico de temas. Y tampoco se ven razones por las que vayan a votar
por la derecha, y mucho menos por la extrema derecha, que les rechaza de plano.
Así que si un musulmán quiere votar, ¿qué se supone que tiene que hacer? La
verdad es que está en una situación imposible. No tiene representación alguna.
Sería un error decir que su religión no tiene ninguna consecuencia política: sí
que las tiene. También las tiene el catolicismo, ciertamente, incluso aunque
los católicos hayan sido más o menos marginados. Por esas razones, me parece a
mí, un partido musulmán tiene mucho sentido.
Pero
imaginar que un partido como ese pueda estar en situación de ganar unas
elecciones presidenciales dentro de siete años…
Estoy de acuerdo, no
es muy realista. Por dos razones, en realidad. Primero, y esto es lo más
difícil de imaginar, los musulmanes tendrían que lograr llevarse bien entre
ellos. Para eso haría falta alguien extremadamente inteligente y con un
extraordinario talento político, cualidades que yo le doy a mi personaje Ben
Abbes. Pero un talento extremo es, por definición, un fenómeno raro. Y aun
suponiendo que este personaje existiera, el partido podría despegar, pero
llevaría más de siete años. Si nos fijamos en cómo lo han hecho los Hermanos
Musulmanes, vemos redes regionales, obras de caridad, centros culturales,
centros de oración, centros de vacaciones, servicios sanitarios, algo que se
asemeja a lo que hizo el Partido Comunista. Yo diría que en un país en el que
la pobreza va a seguir extendiéndose, este partido podría atraer a gente mucho
más allá del musulmán “medio”, si puedo llamarlo así, puesto que en realidad ya
no existe un musulmán "medio" desde que tenemos a gente que no es de
origen norteafricano convirtiéndose al islam… Pero un proceso como este
llevaría varias décadas. El sensacionalismo de los medios ejerce un papel
negativo, la verdad. Por ejemplo, les encantó la historia del tipo que vivía en
un pueblo de Normandía, que era tan francés como el que más, que ni siquiera
venía de una familia rota, que se convirtió y se marchó a hacer la yihad a
Siria. Pero es razonable pensar que por cada tío como aquel hay varias docenas
de tíos que no hacen nada ni remotamente similar. Después de todo, uno no hace
la yihad por diversión, ese tipo de cosas solo interesa a gente que se siente
muy motivada por ejercer la violencia, cosa que significa que, necesariamente,
es solo una minoría.
También
podríamos decir que lo que realmente les interesa es ir a Siria, más que
convertirse.
No estoy de acuerdo.
Creo que existe una necesidad de Dios real y que el regreso de la religión no
es un eslogan sino una realidad, y que está claramente en ascenso.
Esa hipótesis es
fundamental para el libro, pero sabemos que muchos investigadores llevan muchos
años desacreditándola, demostrando que en realidad a lo que estamos asistiendo
es a una progresiva secularización del islam, y que la violencia y el
radicalismo deberían entenderse como los estertores del islamismo. Ese es el
argumento defendido por Olivier Roy, y mucha otra gente que trabaja en esta
cuestión desde hace más de veinte años.
Esto no es lo que yo
he observado, aunque en Norteamérica y en Sudámerica el islam se ha beneficiado
menos que los evangélicos. Este no es un fenómeno francés, es casi global. No
conozco el caso de Asia, pero el de África es interesante porque ahí tienes a
los dos grandes poderes religiosos en ascenso: el cristianismo evangélico y el
islam. En muchos sentidos sigo siendo un comtiano, y no creo que una sociedad
pueda sobrevivir sin religión.
¿Pero
por qué decidió contar estas cosas de una manera tan dramáticamente exagerada
incluso reconociendo que la idea de un presidente musulmán en 2022 es poco
realista?
Ese debe de ser mi
lado mercado de masas, mi lado thriller.
¿No
lo llamaría su lado Éric Zemmour?
No lo sé, no he leído
su libro. ¿Qué es lo que dice exactamente?
Él
y unos cuantos escritores más se solapan, a pesar de sus diferencias,
describiendo una Francia contemporánea que a mí me parece esencialmente
fantasiosa, en la que la amenaza del islam se cierne sobre la sociedad francesa
y es uno de sus elementos principales. En la trama de su novela, me parece a
mí, acepta esto como premisa y promociona la misma descripción de la Francia
contemporánea que encontramos en el trabajo de esos intelectuales hoy.
No lo sé, solo
conozco el título del libro de Zemmour [Le
Suicide français], y ese no es en absoluto el modo como yo veo las cosas.
No creo que estemos asistiendo a un suicidio francés. Creo que lo que estamos
viendo es prácticamente lo contrario. Es Europa la que está cometiendo un
suicidio y, en medio de Europa, Francia está intentando sobrevivir
desesperadamente. Es casi el único país que lucha por sobrevivir, el único país
cuya demografía le permite sobrevivir. El suicidio es una cuestión demográfica,
es la mejor y la más eficaz manera de suicidarse. Por eso es por lo que Francia
no se está suicidando en absoluto. Es más, que la gente se convierta es una
señal de esperanza, no una amenaza. Dicho esto, no creo que la gente se
convierta por razones sociales, las razones de su conversión son más profundas,
incluso aunque mi libro me contradiga ligeramente, siendo el de Huysmans el
caso clásico de un hombre que se convierte por razones que son puramente
estéticas. En realidad, los asuntos que preocupan a Pascal dejan frío a
Huysmans. Nunca los menciona. Hasta me cuesta imaginarme un esteta así. Para
él, la belleza era la prueba. La belleza de una rima, de un cuadro, de la
música, probaba la existencia de Dios.
Esto
nos devuelve a la cuestión del suicidio, puesto que Baudelaire dijo de Huysmans
que la única elección que tenía a su alcance era entre el suicidio y la
conversión…
No, quien hizo ese
comentario fue Barbey d’Aurevilly, y tenía cierto sentido, especialmente
después de leer À rebours. Lo releí
cuidadosamente y, al final, realmente es cristiano. Es asombroso.
Por
volver al asunto de sus exageraciones poco realistas, en su libro describe, de
una forma muy borrosa y vaga, varios acontecimientos mundiales, y sin embargo
el lector nunca termina de saber del todo cuáles son. Esto nos lleva al reino
de la fantasía, ¿no es cierto?, a la política del miedo.
Si, quizá. Sí, el
libro tiene un lado temible. Utilizo las tácticas del miedo.
¿Como
la de imaginar el panorama del islam apoderándose del país?
En realidad no está
claro de qué se supone que tenemos que tener miedo, si de los nativistas o de
los musulmanes. Eso lo dejo sin resolver.
¿Se
ha hecho usted la pregunta de cuál podría ser el efecto de una novela basada en
esta hipótesis?
Ninguno. Ningún
efecto en absoluto.
¿No
cree que contribuirá a reforzar la imagen de Francia que acabo de describir, en
la que el islam cuelga sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles, como
la más terrorífica de todas las cosas?
En cualquier caso,
los medios no hablan de otra cosa, no podrían hablar de ello más. Sería
imposible hablar de ello más de lo que ya lo hacen, de forma que mi libro no
tendrá ningún efecto.
¿No
le dan ganas de escribir sobre algún otro tema para no unirse a la manada?
No, parte de mi
trabajo es hablar sobre aquello de lo que todo el mundo habla, objetivamente.
Pertenezco a mi propia época.
Usted
comenta en su novela que los intelectuales franceses tienden a evitar sentir
responsabilidades, ¿pero se ha preguntado usted sobre su propia responsabilidad
como escritor?
Pero es que yo no soy
un intelectual. Yo no tomo partido, no defiendo ningún régimen. Renuncio a
cualquier responsabilidad, reclamo la irresponsabilidad total, excepto cuando
opino de literatura en mis novelas, entonces me comprometo como crítico
literario. Pero son los ensayos los que cambian el mundo.
¿Las
novelas no?
Por supuesto que no.
Aunque sospecho que este libro de Zemmour es realmente demasiado largo. Creo
que El Capital de Marx es demasiado
largo. En realidad lo que se leyó y cambió el mundo fue El Manifiesto Comunista. Rousseau cambió el mundo, a veces sabía
cómo ir directamente al grano. Es sencillo, si quieres cambiar el mundo, tienes
que decir, Así es como es el mundo y he aquí lo que hay que hacer. No puedes
perderte en consideraciones novelescas. Es ineficaz.
Pero
no hace falta que yo le diga cómo puede usarse una novela como herramienta
epistemológica. Ese fue el tema de El
Mapa y el Territorio. En este libro siento que usted ha adoptado categorías
de descripción, oposiciones, que son más que dudosas, el tipo de categorías
empleadas por los editores de Causeur, o por Alain Finkielkraut, Éric Zemmour o
incluso Renaud Camus. Por ejemplo, la “oposición” entre el antirracismo y el
secularismo.
Uno no puede negar
que ahí existe una contradicción.
Yo
no la veo. Al contrario, las mismas personas muchas veces son antirracistas
militantes y fervientes defensores del secularismo, con las dos formas de
pensar hundiendo sus raíces en la Ilustración.
Mire, la Ilustración
ha muerto, que descanse en paz. ¿Un ejemplo llamativo? La candidata de
izquierdas en la papeleta de Olivier Besancenot, que llevaba velo, ahí tiene
usted una contradicción. Pero solo los musulmanes están en realidad en una
situación esquizofrénica. Al nivel de lo que normalmente llamamos valores, los
musulmanes tienen más en común con la extrema derecha que con la izquierda. Hay
una oposición más fundamental entre un musulmán y un ateo que entre un musulmán
y un católico. Eso a mí me parece obvio.
Pero no comprendo la
conexión con el racismo…
Eso es porque no la
hay. Si hablamos objetivamente, no la hay. Cuando me juzgaron por racismo y me
absolvieron, hace una década, el fiscal comentó, correctamente, que la religión
musulmana no es un atributo racial. Esto hoy en día se ha hecho aún más
evidente. De forma que hemos extendido el reino del “racismo” inventándonos el
delito de islamofobia.
Tal
vez la palabra esté mal escogida, pero sí que existen formas de estigmatizar
grupos o categorías de personas, lo que son formas de racismo…
No, la islamofobia no
es un tipo de racismo. Si hay algo que se haya hecho evidente, es eso.
La
islamofobia sirve como pantalla de un tipo de racismo que ya no se puede
expresar porque va contra la ley.
Yo creo que eso es
falso, simplemente. No estoy de acuerdo.
Usted
emplea otra dicotomía dudosa, la oposición entre el antisemitismo y el racismo,
cuando en realidad podemos señalar varios momentos de la historia en los que
esas dos cosas han ido de la mano.
Creo que el
antisemitismo no tiene nada que ver con el racismo. Se da la circunstancia de
que yo llevo tiempo intentando comprender el antisemitismo. Uno siente un
primer impulso de conectarlo con el racismo. ¿Pero de qué tipo de racismo
estamos hablando cuando una persona no puede adivinar si alguien es judío o no
es judío porque la diferencia no puede verse? El racismo es más elemental que
todo eso, es una diferencia en el color de la piel…
No,
porque el racismo cultural lleva mucho tiempo entre nosotros.
Pero ahora está usted
pidiéndole a las palabras que signifiquen cosas que no significan. El racismo
es simplemente cuando no te gusta alguien porque pertenece a otra raza, porque
no tiene el mismo color de piel que tú, o las mismas facciones, etcétera. No
puedes estirar la palabra para darle un significado más elevado.
Pero
puesto que, desde el punto de vista biológico, las "razas" no
existen, el racismo es, necesariamente, cultural.
Pero el racismo
existe, aparentemente, por todas partes. Es evidente que ha existido desde el
momento en que las razas se empezaron a mezclar por primera vez… ¡Sé honesto
Silvain! Sabes muy bien que un racista es alguien a quien no le gusta otra
persona porque tiene la piel negra o cara de árabe. Eso es lo que es el
racismo.
O
porque sus valores o su cultura son…
No, ese es un
problema diferente, lo siento.
Porque
es polígamo, por ejemplo.
Ah, bueno, a uno le
puede escandalizar la poligamia sin ser ni una pizca racista. Ese debe de ser
el caso de mucha gente que no es racista en absoluto. Pero volvamos al
antisemitismo, porque nos hemos desviado del tema. Viendo que nadie ha podido
nunca adivinar si alguien es judío solo por su aspecto o incluso por su modo de
vida, puesto que para cuando realmente se desarrolló el antisemitismo muy pocos
judíos tenían una forma de vida judía, ¿así que qué podía significar el
antisemitismo? No es una especie de racismo. Lo único que hay que hacer es leer
los textos para darte cuenta de que el antisemitismo no es más que una teoría
de la conspiración: hay gente oculta que es responsable de toda la infelicidad
del mundo, que están conspirando contra nosotros, hay un invasor entre
nosotros. Si el mundo va mal, es por culpa de los judíos, por culpa de los
bancos judíos… Es una teoría de la conspiración.
Pero
en Soumission, ¿no hay también una
teoría de la conspiración: la idea de que está teniendo lugar una "gran sustitución",
de que los musulmanes se están haciendo con el poder?
No conozco muy bien
esta teoría de la "gran sustitución", pero asumo que tiene que ver
con la raza. Mientras que en mi libro no se menciona la inmigración. Ese no es
el tema.
No
es necesariamente racial, puede ser religiosa. En este caso, su libro describe
una sustitución de la religión católica por el islam.
No. Mi libro describe
la destrucción de la filosofía heredada de la Ilustración, que ya no tiene
sentido para nadie, o solo para muy poca gente. Al catolicismo, en cambio, no
le va nada mal. Yo mantendría que una alianza entre los católicos y los
musulmanes es posible. Lo hemos visto suceder en el pasado, podría volver a
suceder.
Usted,
que se ha convertido en agnóstico, ¿puede observar esto con alegría, y ver cómo
se destruye la filosofía de la Ilustración?
Sí. Tiene que pasar
en algún momento y bien podría ser ahora. En este sentido también soy comtiano.
Estamos en lo que él llama la etapa metafísica, que comenzó en la Edad Media, y
cuyo sentido general era destruir la fase precedente. En sí misma, no puede
producir nada, solo vacío e infelicidad. De forma que sí, soy hostil a la
filosofía de la Ilustración, eso necesito dejarlo perfectamente claro.
¿Por
qué eligió situar su novela en el mundo académico? ¿Porque encarna la
Ilustración?
Creo que no lo sé. La
verdad es que quería que hubiera una subtrama larga que versara sobre Huysmans,
y ahí fue donde se me ocurrió la idea de hacer que mi personaje fuera un
académico.
¿Sabía
desde el principio que escribiría esta novela en primera persona?
Sí, porque era un
juego con Huysmans. Fue así desde el principio.
De
nuevo, usted ha escrito un personaje que es en parte un autorretrato, no del
todo, pero… está la muerte de sus padres, por ejemplo.
Sí, he utilizado
cosas, incluso aunque los detalles sean bastante diferentes. Mis personajes
principales nunca son autorretratos, pero siempre son proyecciones. Por
ejemplo, ¿y si hubiera leído a Huysmans de joven, y hubiera estudiado
literatura y me hubiera hecho profesor? Me imagino vidas que no he vivido.
Permitiendo,
al tiempo, que acontecimientos reales se inserten en sus vidas de ficción.
Utilizo momentos que
me han afectado en la vida real, sí. Pero cada vez más tiendo a transponerlos.
En este libro, lo único que queda de la realidad es el elemento teórico (la
muerte del padre) pero luego todos los detalles son diferentes. Mi padre era
muy distinto de este tipo, su muerte no sucedió así en absoluto. La vida solo
me da las ideas básicas.
¿Al
escribir este libro tuvo la sensación de ser una Casandra, un profeta de la
catástrofe?
Realmente este libro
no se puede describir como una predicción pesimista. Al final, las cosas no
salen tan mal en realidad.
No
salen tan mal para los hombres, pero para las mujeres…
Sí, ese es un
problema totalmente distinto. Pero a mí me parece que el proyecto de
reconstruir el imperio romano no es tan estúpido, si reorientas Europa hacia el
sur la cosa empieza a cobrar cierto sentido, incluso aunque ahora mismo no lo
tenga. Políticamente uno hasta podría alegrarse de este cambio, en realidad no
es ninguna catástrofe.
Y
sin embargo el libro resulta extraordinariamente triste.
Sí, tiene una fuerte
tristeza subyacente. En mi opinión, la ambigüedad culmina en la última frase:
"No tendría nada por lo que guardar luto". En realidad uno podría
salir del libro sintiendo exactamente lo contrario. El personaje tiene dos
cosas por las que guardar luto: Myriam y la Madona Negra. Pero resulta que no
lamenta su pérdida. Lo que hace que el libro sea triste es una especie de
ambiente de resignación.
¿Cómo
situaría esta novela en relación con sus otros libros?
Se podría decir que
hice cosas que llevaba mucho tiempo queriendo hacer, cosas que no había hecho
nunca antes. Como tener un personaje muy importante al que nadie ve nunca, que
es Ben Abbes. También pienso que es el final más triste de una trama de amor
que haya escrito nunca, porque es la más banal: ojos que no ven, corazón que no
siente. Tenían sentimientos. En general, hay una sensación de entropía mucho
más fuerte que en mis otros libros. Tiene un lado sombrío, crepuscular, que
explica la tristeza del tono. Por ejemplo, si el catolicismo no funciona es
porque ya ha dado de sí lo que tenía que dar, parece pertenecer al pasado, se
ha vencido a sí mismo. El islam es una imagen del futuro. ¿Por qué se ha
agotado la idea de la Nación? Porque han abusado de ella durante demasiado
tiempo.
No
hay aquí ni rastro de romanticismo, mucho menos de lírica. Hemos pasado a la
decadencia.
Eso es verdad. El
hecho de que partiera de Huysmans debe de tener algo que ver con esto. Huysmans
no podía volver al romanticismo, pero para él seguía siendo posible convertirse
al catolicismo. El punto de conexión más claro con mis otros libros es la idea
de que la religión, del tipo que sea, es necesaria. Esa idea está ahí en muchos
de mis libros. En este también, solo que ahora es una religión existente.
¿Cuál
es el lugar del humor en este libro?
Hay personajes
cómicos aquí y allá. Yo diría que en realidad es el mismo de siempre, con el
mismo número de personajes ridículos.
No
hemos hablado mucho de mujeres. Una vez más, atraerá críticas por ese flanco.
Desde luego a una
feminista no le va a encantar este libro. Pero yo no puedo hacer nada sobre
eso.
Y
sin embargo a usted le sorprendió que la gente definiera Ampliación del campo de batalla como misógina. Este libro no le va
a ayudar en ese sentido.
Sigo pensando que yo
no soy un misógino, la verdad. Diría que, en todo caso, esto no es lo
importante. Lo que tal vez pueda sentarle mal a la gente es que demuestro cómo
el feminismo está condenado por la demografía. De modo que la idea subyacente,
que sí que podría molestar de verdad a la gente, es que la ideología no importa
mucho, comparada con la demografía.
¿Este
libro no pretende ser una provocación?
Acelero la historia,
pero no, no puedo decir que el libro sea una provocación; siempre que eso signifique
decir cosas que considero fundamentalmente inciertas solo por poner nerviosa a
la gente. Condenso una evolución que, en mi opinión, es realista.
Mientras
escribía o releía el libro, ¿anticipó algunas de las reacciones a su
publicación?
Sigo sin poder
predecir estas cosas, no del todo.
Algunos
podrían sorprenderse de que usted haya elegido ir en esta dirección cuando su
último libro fue recibido como un triunfo de tal calibre que silenció a sus
críticos.
La respuesta
verdadera es que, francamente, yo no lo elegí. El libro comenzó con una
conversión al catolicismo que debió de haber tenido lugar, pero no lo tuvo.
¿No
tiene algo de desesperado este gesto, que usted realmente no escogió?
La desesperación
viene de decirle adiós a una civilización, por antigua que sea. Pero al final
el Corán resulta ser mucho mejor de lo que yo pensaba, ahora que lo he releído
–o, más bien, leído. La conclusión más obvia es que los yihadistas son malos
musulmanes. Obviamente, como con todo texto religioso, hay espacio para la
interpretación, pero una lectura honesta llegará a la conclusión de que, en
general, no se aprueba la guerra santa de agresión, y que solo el rezo es
válido. Así que se podría decir que he cambiado de opinión. Por eso no siento
que esté escribiendo desde el miedo. Siento, más bien, que nos podemos ir
preparando. Las feministas no podrán hacerlo, si hemos de ser completamente
honestos. Pero yo y otras muchas personas sí podremos.
¿Se
podría sustituir la palabra feministas por la palabra mujeres, no?
No, no se puede
sustituir la palabra feministas por mujeres. De verdad que no. Yo dejo claro
que las mujeres también pueden ser conversas.