“Dilma Rousseff dio señales de cambio”
Entrevista
a Pedro Paulo Bastos
Darío
Pignotti
La
presidenta Dilma Rousseff dio “señales” sobre su disposición de dejar atrás el
ajuste implementado por Joaquim Levy, el ex ministro de Hacienda “radicalmente
neoliberal” que renunció en diciembre y fue reemplazado por el desarrollista
Nelson Barbosa. “Esas señales de Dilma son importantes, Barbosa indica un
cambio, para llevar a la práctica ese cambio se debe romper con la herencia de
Levy y construir un pacto político-social” plantea Pedro Paulo Bastos, doctor
en Economía por la prestigiosa Universidad de Campinas. “Barbosa es diferente a
Levy, tiene años de experiencia en cargos del gobierno, hizo un trabajo serio
en el PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento)” a través del cual se
construyeron obras de infraestructura, compara Bastos.
Para
construir un posible entendimiento que permita remontar la recesión del 3,6 por
ciento y la desocupación del 9 por ciento, según datos oficiales, la presidenta
se reunirá esta semana con sindicalistas y empresarios que integran el Consejo
de Desarrollo Económico y Social, creado en 2003 por el ex mandatario Luiz
Inácio Lula da Silva.
“Según
mis cálculos el Producto Bruto cayó 4 o 4,1 por ciento en 2015 creo que las
proyecciones oficiales van a ser corregidas cuando se publique el informe
definitivo en marzo, estamos en el fondo del pozo”, señala Bastos, durante la
entrevista con Página/12 realizada en el piso 15 del edificio ubicado en la
Avenida Paulista, en el centro financiero del país y a dos cuadras de la
Federación de Industrias de San Pablo.
Dilma
sabía que iba a enfrentar la “presión del sector financiero por despedir al ex
ministro Levy, que ya fue contratado por el Banco Mundial. Decidió removerlo
antes de que fuera demasiado tarde”, apunta Bastos, y autor de varios libros,
entre ellos ¿Austeridad para quién?
–¿Significa
que Dilma volvió sobre sus pasos?
–No
sabemos si ella va a desandar todo lo andado durante el duro ajuste, esto sólo
se verá en los hechos. Estaremos atentos a lo que pasa en la reunión (esta
semana) del Consejo de Desarrollo Económico y Social, para ver que propuestas
económicas surgen y las señales políticas de cada sector. El escenario está
abierto porque aún hay condiciones políticas para el cambio, no hay nada que
impida hacer un giro a pesar de que la situación económica es muy seria. El
gobierno puede apoyarse en sus bases naturales como son los sindicatos, el
movimiento popular, los sectores que le confiaron su voto para que Dilma sea
reelecta (octubre 2014). Ya hubo encuentros el año pasado con sindicatos y
sectores industriales como los fabricantes de automóviles.
–¿Por
qué designó a Levy al iniciar su segundo mandato?
–La presidenta
creyó, equivocadamente, que con Levy conquistaría la confianza del mercado,
algo que no ocurrió. Es cierto, además, que Dilma escuchó el consejo de Lula
antes de nombrar a Levy, no fue una decisión sólo de ella, pero más allá de
esto, que puede ser anecdótico, recordemos que ella tuvo que enfrentar varios
problemas económicos. Por empezar, el mundo cambió afectando mucho el precio de
las materias primas exportadas por Brasil. Agréguese la enorme presión causada
por la competencia de los bienes industriales chinos y la presión de Estados
Unidos y Europa que para salir de sus crisis aplicaron políticas de reversión
de sus déficit comerciales a través de sus empresas establecidas en el
exterior.
En
Brasil la producción industrial dejó de crecer, quedamos estancados en los
índices de producción de 2008, actualmente vemos altos niveles de capacidad
ociosa de las fábricas. Y por último, tengamos presente las diferencias con la
situación en el gobierno de Lula. Durante el período de Lula hubo un ciclo de expansión
motorizado por la demanda interna y el crédito. En 2010 el Producto Bruto
creció más del 7 por ciento. Luego en 2011, primer año de Dilma en el gobierno,
hubo un impulso al crédito inmobiliario en razón del auge del programa Mi Casa,
Mi Vida (viviendas populares). Pero todo aquel ciclo llegó a su techo natural
cuando se duplicó la deuda de las familias de baja renta, que luego de comprar
bienes durables y hasta inmuebles comenzaron a cerrar el grifo, desacelerando
el consumo. La suma de todos estos factores hizo que la economía llegue al
fondo del pozo en 2014.
–¿Y
allí qué pasó?
–En mi
opinión el gobierno de Dilma no entendió que en 2014 estaba frente al fin de un
ciclo, y comenzó a aplicar con fuerza el ajuste fiscal. Redujo el gasto público
y aumentó tasas de interés haciendo que empeorara la situación. En 2014 la
economía tuvo cero crecimiento, ese no era momento de apretar, era el año en
que debía comenzar una política de inversión pública para mejorar los servicios
como la salud, la educación y movilidad urbana, que eran y son demandas
sociales impostergables. Esas inversiones se hubieran traducido en derechos
para los ciudadanos que no tienen condiciones de pagar por salud y educación
privadas. Pero el gobierno optó por transferir dinero al sector privado, dando
subsidios a los empresarios esperando que éstos garanticen la ocupación de
trabajadores, pero los empresarios en lugar de invertir usaron el dinero
público para incrementar sus márgenes de ganancias.
–¿Significa
que se agotó el modelo de redistribución e inclusión?
–Esto
quiere decir que hoy existen otras circunstancias. Se puede salir con políticas
anticíclicas y esto necesita de inversiones públicas y privadas, de crédito.
Esto no se puede hacer con un superávit del 0,5 por ciento del Producto que fue
aprobado en el Congreso para el ejercicio 2016. Ese superávit estrangula toda
política activa. Desde luego que si el gobierno pone en marcha un plan de
reactivación dejando de lado los recortes tendrá que prepararse para una
violenta reacción del sector financiero, que se beneficia mucho con las
políticas de ajuste y las altas tasas de interés.
–Las
mayores del mundo, del 14,25 por ciento.
–Exacto.
Esos grupos financieros y los partidos conservadores cuestionan el aumento de
10.000 millones de reales (2,5 mil millones de dólares) para la Bolsa Familia y
callan frente a los más de 500 mil millones de reales (125.000 millones de
dólares) que se pagan por intereses de la deuda, que si se le agregan los swaps
(seguros de cambio pagados por el gobierno) dan unos 600 mil millones de reales
(150.000 millones de dólares), y en esta cuenta no incluimos la amortización
del capital de la deuda. Es absurdo. Piden austeridad fiscal mientras esos
costos financieros representan un 93 por ciento del déficit.
–A
pesar de sus ganancias la banca es hostil con Dilma.
–Lo es
porque es un sector exageradamente empoderado que siempre quiere ampliar más
sus ingresos y sus privilegios.
Impeachment
En
entrevista publicada esta fin de semana Dilma Rousseff citó al premio Nobel de
economía Paul Krugman, quien sostuvo que la crisis económica brasileña está
fogoneada por la desestabilización política que impulsa la oposición. Esa tesis
coincide con la de Paulo Bastos, ex presidente de la Asociación Brasileña de
Investigadores de Historia Económica, para quien “si no hubiera este clima
contaminado por el intento de impeachment la realidad económica sería menos
crítica”.
–¿Las
entidades empresariales apoyan el impeachment?
–La
conducción de la Federación de Industrias de San Pablo, con su presidente Paulo
Skaf, apoyó el impeachment, pero los industriales están divididos, hay sectores
importantes que no están con el golpe. Por otra parte, en el caso de los
banqueros pareciera que entre ellos hay una posición más homogénea de simpatía
hacia el impeachment. Quieren que Dilma se vaya rápido.
–Dilma
y el PT.
–El PT
siempre procuró ser aceptado por las clases empresariales, los bancos, pero
nunca fue aceptado ni respetado. Yo creo que esas clases tienen un rechazo
total a los símbolos, el programa y los valores de la izquierda que encarna el
PT, aunque éste no haya implementado un programa realmente de izquierda, pero
en el futuro pueda hacerlo. Y el otro tema, concreto, es que aunque el PT hizo
concesiones a la derecha, la derecha quiere más. El programa de la derecha
quiere la privatización de los bancos estatales como el Banco de Brasil y la
joya que es Petrobras. Esos grupos también quieren revertir los derechos
sociales y laborales que fueron concretándose estos años. Por todo eso es que
la derecha económica y política está demonizando al PT.