¿Qué puede un libro? // Mariano Pacheco
Notas
sobre Los Espantos. Estética y postdictadura
A mediados del año pasado
-pongamos por caso, en el período que va entre las PASO y las elecciones
generales- los integrantes de El río sin orillas, revista de filosofía,
cultura y política, que se había sostenido con un número anual desde
2008, tuvieron la valentía política -así, al menos, lo considera este cronista- de dar por cerrado un ciclo:
el de su propia experiencia editorial, pero también, el de la experiencia
política que los había contenido en esos años. Así, aún antes de saber el
resultado que finalmente consagró al ingeniero Mauricio Macri a la presidencia
del país, tomaron la decisión de “cerrar el boliche”, como se dice popularmente.
No importaba, en ese punto -reflexionaron entonces- que ganara su candidato
(Daniel Scioli), porque de todos modos, aquello que dio razón de ser a su
existencia intelectual se vería drásticamente modificado. Por eso, como solía
plantearse en la jerga política (militar) de otras décadas, comenzaron a
“organizar el repliegue” de sus fuerzas. Así surge la intención de fundar una
línea editorial, o más bien, de contribuir con una colección propia a la
experiencia editorial que venía desarrollando Cuarenta. Los Espantos.
Estética y postdictadura (Cuarenta
ríos, 2016), de Silvia Schwarzböck, es entonces el punto de partida de esta
conjunción de fuerzas del pensamiento crítico.
LO QUE UN CUERO PUEDE
La pregunta spinoziana por
excelencia se plantea aquí respecto del cuerpo textual en cuestión. Gabriel D´
Iorio y Diego Caramés, directores de la colección, director y editor en su
momento de la revista mencionada, se interrogan en el prólogo respecto de
aquello que este libro,
en concreto, puede. Y ensayan una
posible respuesta: “señalar la persistencia de los dolores de un cuerpo justo
ahí donde se busca acallarlos con las banalidades tecno-farmacéuticas, recorrer
la huella de lo que resiste opacamente en el lenguaje justo ahí donde se lo
reclama índice transparente de comunicación, interrogar las miradas estéticas
del mundo justo ahí donde se consagra la cultura de lo siempre igual” Y
reclaman: “este libro puede ser un proyectil”. Un proyectil disparado justo
contra el par dicotómico de la época, ya que puede pensarse, a traés de él,
tanto contra la pereza del conservadurismo, como contra la comodidad del
progresismo.
El libro de a
SilviSchwarzböck se propone abordar la vida
post-dictatorial desde el punto de vista de la estética, partiendo de la
hipótesis de que nuestra democracia -esta que supimos, con glorias o sin ellas,
conseguir- está apoyada desde sus inicios, fundada desde el vamos, sostenida
sobre los cimientos del terror instaurado por la última dictadura
cívico-militar.
La autora parte de una
caracterización, a la vez ácida y certera: que la vida de izquierda (imaginada, declarada, desarrollada en parte por
el comunismo), es aquello que –en el entre-siglo-- finalmente resultó derrotada
en el mundo entero. Es una victoria, entonces --la de derecha--, no sólo
económica, política y cultural, sino, sobre todo, existencial. Esto es: ha triunfado el sueño que sostiene que se puede
transitar por este mundo con una vida sin problemas.
Por eso el libro, en alguna
medida, es una invitación a pensar contra el conservadurismo y el progresismo a la vez, es decir, una
propuesta por pensar contra los límites de la imaginación estético-política
dominante. Pero esta victoria, sin embargo, se nos dice en el libro, encarna
una gran paradoja. Y para
intentar explicarla la autora retoma a Fogwill, quien supo tempranamente
reparar en esta rareza, que consiste en que si bien el gran victorioso del
Proceso de Reorganización Nacional (el poder económico concentrado, los grupos
económicos al que las Fuerzas Armadas sirvieron en su “guerra sucia”),
tuvieron, para continuar ejerciendo su poder en los años siguientes, que
permanecer callados. Su victoria, entonces, encarna a su vez una derrota (el
reverso es que son los derrotados, el pueblo y sus organizaciones, sus intelectuales
orgánicos, quienes narrarán lo que ha sucedido. De allí la consecuente victoria
simbólica de los derrotados).
PUNTO DE VISTA
En diálogo con este
cronista, la autora destaca este esfuerzo que ha realizado por encontrar un
punto de vista a partir del cual narrar su ensayo, desde una perspectiva
generacional que es la de aquellos que -como ella, como quien escribe, no
vivimos la derrota en el cuerpo sino en sus efectos-. “¿Cómo contar la derrota
sin caer en la pose de una falsa ex?”, se pregunta Schwarzböck. Y aclara: “yo
lo podría adoptar o no, lo importante no era eso, sino que no lo adoptara la
voz narradora del texto”.
Mientras comparte un café
en una librería-bar del barrio porteño de San Telmo, la profesora de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires agrega:
“¿Cómo apropiarse de los
materiales? ¿Cómo, sin ser historiadora ni haber hecho una investigación
historiográfica, abordar el período? Es decir: ¿cómo hacer de la
post-dictadura, no un tema de especialización, sino tomarlo como un tema que
atraviesa todas las disciplinas?”, se pregunta. Y agrega: “leer literatura o
cine como se lee filosofía. Leer un texto político o jurídico como se lee un
texto literario. Pero no desde un textualismo sino desde una apropiación. Y ver
qué sale, qué se puede pensar desde allí”, comenta.
--No resulta paradójico que el gran debate de la
década respecto de estos temas se haya producido en 2005, con el “No matarás”
de Oscar del Barco, al inicio y no en medio o al final de la década en la cual
se supone que han retornado esas discusiones? Y de la mano de esto: ¿no te
parece que la actual coyuntura que atraviesa el país obstaculiza aún más esas
posibilidades de profundizar la discusión?
--La referencia a ese
debate aparece, velada, al inicio del libro. Yo un poco lo que trato de decir
ahí es que ese no es el problema. O en todo caso: que ese no es nuestro debate,
sino el de aquellos que se vieron ante el dilema de participar o no de las
experiencias armadas, o entre quienes no habiendo participado, las apoyaron.
Como en la guerra,
también en la polémica el “inicio de las hostilidades” no queda en manos tanto
de quien “tira la primera piedra”, sino de quien responde. En este caso, León
Rozitchner. Por eso Schwarzböck destaca que lo interesante de cómo empieza en
su momento este debate en la revista cordobesa La intemperie
no es tanto
que Rozitchner impugne o conteste a Del Barco, sino que le dijera algo así
como: “no te creo. Todos sabíamos, yo también, y por eso no participé”. Y que
en rigor de verdad es ese texto de Rozitchner, y no el de Del Barco, el que
abre la polémica. “Una polémica que no me interpela”, insiste la autora, porque
-dice- “yo no puedo intervenir en tanto que lo discutido se produjo cuando yo
estaba viendo dibujitos en la televisión. Yo no sé que hubiese hecho en los 70
de haber sido joven, porque ese sujeto no existe, no existió”.
***
Como en su momento muchos
de los trabajos escritos para ser publicados en al revista El río sin orillas,
este primer libro de Cuarenta ríos se anima en intervenir en el debate político
intelectual desde temporalidades que no son als de la surgencias de los
problemas cotidianos de la “política”, de la resistencia social”, y que sin
embargo, no dejan de estar presentes en nuestras vidas cada dia. Es que el
terror dictatorial, como huellas en la post-dictadura, aún nos interpelan.
Tal vez pensando en eso y
retomando La mujer sin cabeza (el
film de Lucrecia Martel), Silvia
Schwarzböck finaliza Los Espantos.
Estética y postdictadura, con una conclusión severa, que no puede dejar de
interpelar nuestras “bellas almas progresistas”:
“Los espantos podrían ser
-si se los lee con Marx- los muertos que pesan como una pesadilla sobre la conciencia de los vivos. No obstante,
existen en tiempo presente. Son los niños a los que la cámara muestra en
lenguaje negativo, fuera de foco, como figuras estructuralmente espectrales:
niños que se pueden morir en cualquier momento, cualquiera de los días en que
nadie los lleva a la escuela, atropellados por un auto del que nadie se baja”.