La lucha de las mujeres en la era Trump: pelear por el pan y por las rosas // Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya
Traducción: Celeste Murillo.
La Marcha de las Mujeres del 21 de enero fue una de
las primeras manifestaciones masivas que enfrentó el gobierno de Donald Trump.
Luego de varios días, las organizaciones convocantes afirmaron que se habían
movilizado cerca de 3 millones de personas. Como en otros países, la lucha de
las mujeres (por sus derechos o contra la violencia) se transforma en canal de
expresión del descontento de trabajadores, jóvenes y estudiantes con las
políticas de austeridad, como sucede en Europa, o contra el ajuste y los despidos
como en Argentina.
Reproducimos a continuación un artículo, publicado originalmente en
inglés con el título "Las huelgas eran parte del Día
de la Mujer. Con Trump, volverán a serlo", de Cinzia Arruzza y Tithi
Bhattacharya, profesoras universitarias y firmantes de un llamado a sumarse a la movilización que se
extiende en varios países del mundo, y a poner en pie un “feminismo
para el 99 %, un feminismo de base, anticapitalista, en solidaridad con
las mujeres trabajadoras, sus familias y sus aliados alrededor del mundo.
Es momento de repolitizar el Día de la Mujer. A
menudo ha sido celebrado con desayunos especiales, flores y tarjetas. Pero en
la era Trump, necesitamos que entre en acción un feminismo del 99 %. Es
por eso que invitamos a las mujeres alrededor del mundo a unirse a un día
internacional de huelgas el 8 de marzo.
Las masivas marchas de mujeres del 21 de enero y
su resonancia en todo el país demostraron que millones de mujeres en Estados Unidos
están hartas no solo de la misógina explícita de la administración Trump, sino
también de las décadas de ataques continuos a los cuerpos y las vidas de las
mujeres.
Nos unimos con la convicción de que la
administración Trump es síntoma de un problema más amplio: el resultado de
políticas neoliberales, de transferencia de la riqueza a los más ricos, de
erosión de los derechos y la dignificad de trabajadores y trabajadoras, de
guerras neocoloniales, de racismo institucional y de misoginia estructural
enraizada en la sociedad estadounidense.
Las organizaciones feministas y activistas
alrededor del mundo ya llevaban meses organizando el Paro Internacional de
Mujeres, cuando nos dimos cuenta de que existían condiciones para lanzar una
huelga de mujeres en Estados Unidos.
Inspiradas por las recientes y exitosas huelgas
de mujeres en Polonia y las movilizaciones masivas en Argentina e Italia,
estamos construyendo sobre la base de una disposición creciente de las mujeres
alrededor del mundo a tomar las calles para exigir Justicia.
Es por eso que publicamos una declaración
recientemente, junto con otras activistas feministas e intelectuales, para
llamar a un día de acción en solidaridad con el Paro Internacional de Mujeres.
Mujeres cis y trans alrededor del mundo pueden unir sus fuerzas y salir juntas
a la huelga.
La respuesta a esta declaración fue alentadora:
después de solo dos semanas, y después de horas de trabajo colectivo, nació una
coalición nacional de organizaciones de base, colectivos informales y
feministas a nivel nacional y organizaciones obreras.
Lo que nos une es el deseo de dar voz y poder a
las mujeres que han sido ignoradas por el feminismo corporativo, y que están
sufriendo las consecuencias de décadas de neoliberalismo y guerras: las pobres,
las trabajadoras, las mujeres de color y las inmigrantes, las mujeres con
discapacidades, las musulmanas y las mujeres trans.
Al unirnos en la huelga, estaremos regresando a
las raíces históricas de esta fecha, una historia que con la que deberíamos
volver a familiarizarnos.
No
solo exigiremos el pan, porque también merecemos las rosas
Este día en 1908, 15 mil trabajadoras del
vestido, la mayoría de ellas inmigrantes, marcharon a través del corazón de
Manhattan (Nueva York) para exigir mejores salarios, jornadas de trabajo más
cortas y el derecho al voto. Un año más tarde, las trabajadoras textiles
inmigrantes salían a la huelga contra las fábricas, donde eran obligadas a trabajar
en condiciones terribles, y enfrentaban la violencia policial y la represión de
los patrones.
Inspiradas por la lucha de las mujeres
trabajadoras, la socialista alemana, Clara Zetkin, propuso a las asistentes a
la Conferencia de Mujeres Trabajadoras en 1910 a organizar el Día Internacional
de la Mujer. Las delegadas de más de 17 países votaron la moción por
unanimidad.
Pocos años después, en 1917, miles de mujeres
rusas, trabajadoras y esposas de soldados, tomaron las calles el 8 de marzo
para exigir paz y pan y comenzaron el levantamiento que derrocaría el régimen
zarista: este Día Internacional de las Mujeres también será el 100 aniversario
del comienzo de la revolución de febrero.
Hay dos formas especificas en las que queremos
repolitizar el 8 de marzo en la era Trump.
En primer lugar, queremos recuperar la idea de lo
imposible.
A comienzos del siglo XX se decía que era
imposible organizar a las mujeres en general, y las obreras textiles en
particular. Los principales sindicatos de la época las abandonaron en
condiciones de trabajo terribles, o –como fue el caso de la fábrica Triangle
Shirtwaist– quemadas vivas en las fábricas.
Las mujeres salieron a la huelga y lograron lo
imposible. Como dijo Clara Lecmlich, una las dirigentes de la huelga de tan solo
19 años, “solían decir que ni siquiera se podía organizar a las mujeres. Que no
irían a las reuniones sindicales. Que eran ‘trabajadoras temporales’. Bueno,
¡les mostramos [que sí podemos hacerlo]!”. Necesitamos la idea de lo imposible
en la era Trump.
En segundo lugar, queremos exigir que el pan vuelva a reunirse con la exigencia de las rosas.
En segundo lugar, queremos exigir que el pan vuelva a reunirse con la exigencia de las rosas.
La organizadora sindical Rose Schneiderman acuñó
la frase “pan y rosas” en 1912, mientras luchaba contra las malas condiciones
laborales después del incendio en Triangle.
“Lo que quiere la mujer del trabajo”, dijo, “es
el derecho a vivir, no simplemente a existir… el derecho a la vida, al sol, la
música y el arte… Las trabajadoras deben tener el pan, pero también las rosas”.
Las décadas de neoliberalismo no solo se han
robado el pan de las mesas de las trabajadoras y sus familias, sino también han
destruido la infraestructura que sostenía la vida, las rosas.
Han cerrado los hospitales y las escuelas
mientras se multiplicaron las cárceles y la Policía. Mientras bajaron los
salarios y los sindicatos fueron destruidos por una serie de leyes
antisindicales, los mismos legisladores no condenan a los policías que asesinan
abiertamente a afroamericanos, han intentado cerrar clínicas donde se practican
abortos (seguros y legales, NT), y prohíben a las mujeres trans utilizar baños
femeninos. Por eso la lucha por salarios no puede ser separada de los medios en
los que se sustentan la vida.
Esta es la historia, la de las mujeres
autoorganizadas y que luchan por derechos económicos y políticos, que Estados
Unidos ha borrado de su memoria.
No solo exigiremos el pan, porque también
merecemos las rosas.