Las pibitas y los pibitos son peligrosos // Diego Valeriano
Las
pibitas y los pibitos son peligrosos, lo son porque desde muy chicas saben
dónde queda desarrollo social de la Muni, porque saben ir solos al juzgado de
San Martin, porque saben cuál es el auto de la directora, porque saben que la
psicopedagoga es una traidora, porque le revisan la mochila al trabajador
social, porque saben la clave de la tarjeta, porque saben el tono y la cara a
la hora de pedir. Su peligrosidad reside en que la caretean: reciben sonrientes
la bolsita de caramelos de todos los días del niño que se festejan por ahí, la
taza de chocolatada en la copa de leche, los inflables en la plaza de Sol y
Verde que llevaron de parte del concejal. Pero en esa sonrisa esconden una
venganza. No les gusta esa mirada condescendiente, esa solidaridad, ese
entusiasmo militante que parece ensañado con ellos.
Son
peligrosos porque no les cabe la escuela, prefieren el tren, ser corridos por
la policía, perderse en cualquier feria, contar historias, decir que van al
bajo, verduguear a los que tienen uniforme de escuela, cagar a piedrazos los
techos vecinos, vender medias con el hermano en el centro, trepar un árbol,
conocer un transa, sentir en la boca el sabor de un enfrentamiento, deambular.
Son
peligrosas porque saben de la muerte, del ocultamiento de la madre, de la
traición del hermano. Saben también decir padrastro sin confiarse, saben no
quedarse solas con el tío, saben acompañar a la abuela los días de cobro, saben
guardarse un canuto, saben dónde queda Ezeiza, Magdalena, Caseros y la Unidad 8
de Los Hornos.
Saben
que tienen que aprovechar antes de ser adolescentes, saben que la inocencia aún
les garpa, saben que los consideran menos enemigos de lo que son, saben que no
los pueden psicologiar, saben lo que puede un cuerpo. Son peligrosos porque
saben que no pueden confiar, porque en algún momento te va a re caber por
ortiba y adulto, porque saben quiénes son sus enemigos, porque miran la vida
desde otro lado, porque a pesar de todo se nos nota el miedo.